Uno de los debates más interesantes que atraviesa la Argentina actual es el de la discusión sobre qué tipo de modelo de desarrollo es el ideal para nuestro país. La economía global del siglo XXI plantea complejidades que, en todos sus niveles de análisis, implican una competencia más dura para los sectores productivos. En una era donde la frontera tecnológica corre su límite a cada momento, los desafíos que enfrentan países como la Argentina tanto para la inserción internacional de su producción como para la apropiación de rentas y beneficios son cada vez mayores. En este contexto resulta mandatorio incrementar las capacidades productivas e innovadoras. Por su enorme potencial, la cadena de valor foresto-industrial (y, particularmente, la industria de la madera y el mueble) puede tener un papel protagónico en este camino, lo cual lleva a revisar qué rol cumple actualmente el sector en el entramado productivo, cuál puede ser su aporte a una estrategia de desarrollo para nuestro país y qué acciones pueden instrumentarse desde el sector privado y sus instituciones intermedias.


Un país en clave industrial

En Argentina, salvando las brechas de productividad que nos separan de los países más desarrollados, la importancia de la industria manufacturera en la economía es elocuente. De ella depende el 20% del empleo formal asalariado (más de 1.200.000 puestos de trabajo) y salarios que superan en más de un 30% a la media de la economía. A su vez, es el sector económico que muestra mejores niveles de formalidad.

Esta breve caracterización nos permite proponer que la clave para el desarrollo argentino implica, en primera medida, enterrar falsas dicotomías que han ocupado espacio por demás en la discusión pública. No es una cuestión de “campo” vs “industria” vs “servicios” y las rivalidades combinadas que puedan hacerse. Se necesita una estrategia global de política industrial y productiva que entienda las complementariedades y potencialidades de nuestros sectores productivos.


La madera, una pieza para el desarrollo

Argentina es un país rico en recursos forestales, con más de 27,4 millones de hectáreas de bosques nativos y 1,2 millones de bosques cultivados. Esto posiciona a nuestro país como un potencial competidor de base en el mercado internacional. Tomando datos oficiales, la cadena de valor foresto-industrial está compuesta por 8.441 unidades productivas, de las cuales el 98,9% son pequeñas y medianas empresas. Su valor bruto de producción en 2016 fue de US$ 13.016 MM y representó 7,4% del valor agregado industrial. Si descontamos el bloque de celulosa y papel, el VBP del sector asciende a US$ 6.253 MM y su participación en el valor agregado industrial se ubica en el 4,1%. En materia de empleo, la cadena emplea de manera formal 90.747 puestos de trabajo directos, lo que explica un 7,3% del empleo industrial argentino. Sumando servicios conexos deben considerarse otros 90.837 puestos indirectos; un total de 181.584 empleos formales vinculados al sector foresto industrial.

Si bien la foto da cuenta del potencial mencionado, la película de nuestra cadena de valor nos muestra que ocupa una posición rezagada respecto al resto de los sectores industriales de la Argentina. Entender esta película debe ser nuestro punto de partida, como se desprende del trabajo que Diego Coatz y Daniel Schteingart publicaron a fines del año pasado en el Boletín Techint, donde analizan posiciones relativas en materia de productividad, empleo, ingresos y formalidad entre las distintas ramas de la industria.

La industria de la madera y el mueble (categorizada en conjunto con otros rubros de menor tamaño) muestra una productividad algo más baja que la media nacional, a la vez que los ingresos que perciben los empleados del sector están por debajo del percentil 50. Es la posición menos favorable del muestreo y un punto de partida altamente desafiante. Esta realidad también se explica desde la formación profesional: el 65% de los obreros vinculados a la industria maderera no tiene sus estudios secundarios completos, según los datos de una investigación entre UIA y OIT en la que participó el autor de esta nota. Esta carencia en materia de formación impacta en las capacidades productivas del sector y plantea un doble desafío para la inclusión laboral ante el riesgo de automatización de procesos productivos. En este marco, la capacitación de obreros, mandos medios y empresarios resulta fundamental para dotar de mejores herramientas a los involucrados en el proceso productivo.

 

Gráfico 1

 

En cuanto a la formalidad laboral, el escenario es similar. Tomando solo asalariados, la industria manufacturera en general muestra una informalidad promedio del 27%, que trepa al 40% contando a trabajadores independientes industriales. En el caso particular de la industria de madera y muebles, la informalidad supera el 60%.

En resumen, si bien la rama industrial madera - muebles tiene un potencial marcado por su representatividad, volumen de negocio y capacidad empleadora (“la foto”), al día de hoy es la que menor dinamismo relativo presenta y exhibe condiciones más débiles en lo que concierne a productividad, ingresos y formalidad laboral (“la película”), todos ejes clave para el desarrollo sectorial.

Sin embargo, hay que tener cuidado al leer la información del sector de manera agregada. Al igual que la industria argentina en su conjunto, “madera y muebles” muestra heterogeneidades entre sus subsectores. La industria mueblera presenta mejores rendimientos de productividad y mejor nivel de formalidad que la industria maderera y de aserrado, aunque por debajo de la media industrial nacional. Estas diferencias son fundamentales a la hora de pensar incentivos para cada actividad y para delinear una estrategia integral de la cadena de valor en su conjunto.


La estrategia nace en casa

Una estrategia productiva para el sector maderero requiere un entramado institucional que incluya a las gremiales empresarias, sindicatos y agencias de gobierno. Se precisa una agenda de diálogo fluida, abierta y con objetivos trazables en plazos razonables. La articulación de estos actores es fundamental para no quedarse a mitad de camino en las metas propuestas.

FAIMA ha identificado tres actividades dentro de la cadena de valor que considera centrales para el crecimiento de las fuerzas productivas del sector y como vectores de desarrollo, no solo de la industria, sino también para economías regionales y circuitos económicos locales: el uso de madera en la construcción, la utilización de residuos de madera para la generación de energía y el desarrollo de intangibles y servicios en la industria del mueble.

- El uso de madera en la construcción es una oportunidad para las economías regionales. La cadena foresto-industrial tiene la capacidad de ofrecer soluciones económicas, eficientes, sustentables y de calidad a los desafíos que Argentina enfrenta en materia de déficits habitacionales (25% de los hogares argentinos) y de infraestructura. A estos problemas, la construcción con madera puede responder con opciones de menor costo que la construcción húmeda y de menor consumo energético, a la vez que asegura dos ventajas estratégicas alineadas al desarrollo económico. En primer lugar, es un vector clave para favorecer el desarrollo de economías regionales postergadas, creando empleo (en Misiones, la construcción de 5000 casas de madera implicaron 2414 puestos de trabajo formales) y valor agregado en las regiones y para las regiones. En segundo término, es una opción sustentable, sostenible y de menor consumo energético, que a su vez mitiga los daños ambientales de efecto invernadero (un metro cúbico de madera retiene una tonelada de dióxido de carbono que no se incorpora a la atmósfera).

Ante oportunidades de demanda previsible, el sector cuenta con proveedores capaces de brindar soluciones y un potencial de desarrollo de negocios muy rico a nivel regional a través de encadenamientos internos. Al mismo tiempo, unidades productivas del negocio del aserrado hoy orientadas a actividades de baja competitividad, tienen la capacidad de reconvertir su producción como proveedores intermedios del mercado de piezas y partes para la construcción en madera. Con los estímulos correctos en los eslabones indicados, el efecto multiplicador puede generar oportunidades de integración a un circuito económico nacional de PyMEs con capacidad de reconversión a un accesible nivel de inversión en capital, procesos y capacitación.

- La utilización de subproductos y residuos de madera para la generación de energía abre las puertas a un nuevo mercado para el sector, al tiempo que ofrece una solución a la estrategia argentina de diversificar su matriz energética a un esquema de mayor participación de las energías renovables. Lo que hoy es un costo para aserraderos, mueblerías y empresas madereras de todo el país, puede constituir una mercancía de utilidad para aquellas firmas, proyectos asociativos de empresas o parques industriales que invierten en tecnologías de autoabastecimiento energético.

De la misma manera, la utilización de subproductos madereros como combustible implica opciones de negocios en el mercado de calefacción. El poder calórico inferior de chips de madera y aserrín alcanzan los 4.000 KCal/kg. Los combustibles fósiles tradicionalmente utilizados como el Gasoil  el Fuel Oil alcanzan 10.200 Kcal/kg y 9.800 KCAL/Kg respectivamente.

Los recursos madereros a este efecto están disponibles en casi todo el país, con fuerte presencia en el NEA y NOA y, en menor medida, en la Patagonia, el Litoral, Cuyo y la zona Centro. De la organización que este mercado adopte depende el éxito en la próxima década de la valoración de residuos de madera como fuente de energía por biomasa.

- El desarrollo de intangibles y servicios en la industria del mueble: hay mucho camino por recorrer en este punto. La diferenciación de productos es clave para mejorar la competitividad de la producción. A su vez, fomenta el desarrollo de actividades de servicios que agregan valor. Una de las claves para diferenciar productos es la incorporación de diseño al proceso productivo y la innovación en formas de comercialización.

El diseño no solo implica una cuestión estética o funcional, sino que es el driver de resolución de problemas hacia adentro del proceso productivo, desde decisiones estratégicas, resolución de conflictos entre aspectos comerciales y de producción, determinación de materiales y hasta ahorro energético. El agregado de valor por inclusión de diseño en la operación empresaria es clave para mejorar la rentabilidad de los negocios. A su vez, derrama “capabilidades” en los involucrados en el proceso de producción, correlacionando con una mejora de la productividad.

Si el desafío es mejorar los niveles de productividad mostrados por la industria de madera y muebles, es necesario crear conciencia en el empresariado PyME acerca de que el diseño es una herramienta clave para profesionalizar la industria, aumentar su calidad y grados de innovación, entendiendo por calidad no solo en términos de producto sino de procesos, aprovechamiento de espacios, insumos y tiempos. La experiencia muestra que las inversiones en este aspecto son relativamente bajas.

La asistencia técnica a empresas en aspectos de organización de su producción, diseño y mejora de su comercialización, servicio post-venta y atención al cliente es una forma de contribución a la consolidación de una marca país, que vuelva más competitivo al bloque mueblero, contribuyendo a impulsar una industria con proyección internacional y con identidad local. Y sobre estos aspectos no solo debe esperarse incentivo desde el sector público, sino un trazado estratégico desde el privado, en el que se piense la trayectoria de las empresas en la mejora de su competitividad (por ejemplo Proyecto Deseo, iniciativa de FAIMA para vincular el mundo productivo de las PyMEs muebleras con el diseño). Se trata de un abordaje endógeno que contemple los grados de desarrollo micro que ostentan las empresas del sector, el cual no implica recetas o herramientas casuales, sino procesos inherentes a la industria que estamos pensando.

La orientación de incentivos a estas actividades, permitirá fortalecer el entramado industrial de madera y muebles, haciéndolo menos permeable a los ciclos económicos, mejorando así su posición relativa de productividad, competitividad, ingreso y formalidad.

Ante los desafíos que la tecnologización y los mercados internacionales imponen, el aprendizaje que se haga tanto de las lecciones del pasado como de las experiencias internacionales exitosas resulta fundamental, No obstante, del diálogo y el trabajo consensuado es de donde deben surgir las soluciones propias para encontrar el camino al desarrollo.


Por Lic. Leandro Mora Alfonsín. Lic. en Economía (UBA). Director Ejecutivo de FAIMA. Docente de Macroeconomía y Política Económica (UBA) y de Cuentas Nacionales (UBA y UCES). Este artículo fue elaborado sobre el ensayo “La cadena de valor foresto industrial en el rompecabezas del desarrollo argentino”, en proceso de revisión.


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